Sesión posterior al visionado
a. Claves cinematográficas
01. La mirada de Zouina
Pie de foto: Zouina abandona su vida en Argelia de la que sólo conocemos éste instante.
‘El domingo si Dios quiere’ está narrada desde el punto de vista de Zouina. La cámara se sitúa allí donde ella está. En ningún momento conocemos nada más del resto de los personajes, excepto lo que les relaciona con ella. No seguimos a los niños al colegio ni a su marido al trabajo. Como dice Rafael Arias Carrión en ‘El cine como espejo de lo social’: “Si la película tuviera el punto de vista de sus hijos, de sus ratos de escuela, sería otra película que pudiera ser el preámbulo de lo que será ‘El odio’. Si la película tuviera el punto de vista de Ahmed sería una película de Robert Guédiguian, una película sobre el trabajo y los ratos de esparcimiento entre amigos, casi seguro argelinos, sobre sus espacios públicos, sobre sus sueños. Pero no lo es. ‘El domingo si Dios quiere’ es un retrato de Zouina”
(1).
Este retrato se elabora, sobre todo, a partir del desarrollo de su día a día en la casa – cárcel, y sobre las tramas con el resto de los personajes. Poco sabemos de cómo era su vida en Argelia. Sólo la larga y dolorosa secuencia inicial, a la que se recurre de cuando en cuando a través de flashbacks, le une a su vida pasada. Ese recuerdo y las canciones que se escuchan a lo largo de la película (recordemos el baile rabioso, catártico de Zouina en camisón).
Sin embargo, tres elementos simbólicos relacionan a la protagonista con el exterior. La radio, que provoca las primeras sonrisas de Zouina; el maquillaje que le regala Nicole y el autobús (con su conductor dentro).
Pie de foto: La radio como catalizador y referencia del mundo exterior.
La radio -catalizador, forma de evasión y ventana al mundo, a una nueva realidad- simboliza la necesidad de comunicación de Zouina, que le llevará a emprender la búsqueda de la familia Buira. Con un círculo social muy limitado, la radio es vital para conectarla con aquello que desconoce, pero que siente curiosidad por descubrir.
El pintalabios y los maquillajes son los siguientes elementos que hacen sonreír a Zouina. Estas pinturas no solo le conectan con el exterior, sino que le descubren un mundo interior hasta entonces ignorado: el reconocimiento de su belleza y la sensación de sentirse guapa. “Mi cuerpo me pertenece. Yo decido”
le dice en cierto momento Nicole. Con este regalo se inicia una nueva batalla para Zouina, otra parte más de su guerra.
Pie de foto: Encuadres cerrados en el interior de la casa. Zouina en último plano.
El último símbolo, el autobús, representa el derecho de transitar con libertad, de moverse con autonomía por ese nuevo escenario que le está prohibido. Además, las miradas con el conductor no son casualidad en el guión. Precisamente, el único momento en el que cambia el punto de vista de la película es cuando pasa de Zouina al conductor, que mira cómo ella recorre la calle al ir a comprar. Tal y como señala Rafael Arias, es el momento en que el Zouina pasa de sujeto a objeto narrativo (y de deseo). Coger el autobús significa el primer logro en la batalla de Zouina, el desafío a su condición de esclava y víctima (rechaza el taxi que le ofrece la viuda) y, quizás, el catalizador del primer signo de cambio del marido, bien por celos o por miedo a la posible pérdida de su mujer.
02. El viaje hacia la transformación de Zouina
La transformación de Zouina tiene como catalizador la búsqueda de la familia Buira. Encontrarla es el resorte narrativo. Localizar a su familia parece que le hará sentirse acogida, ver la posibilidad de entablar una amistad “con una igual” (recordemos que la busca para compartir la Fiesta del Cordero, en principio) y encontrar un apoyo que conozca en primera persona su situación y le proporcione las claves para salir de ella.
Esta búsqueda le conduce a tener una razón para superar las prohibiciones y desafiar las leyes establecidas.
Mientras que en el escenario de la casa -ese núcleo físico en forma de cárcel- vemos a Zouina siempre relegada a un último plano cuando hay compañía, con unos planos cerrados; el encuadre se abre en las salidas a la calle de la protagonista. Le acompañamos en su recorrido a través de los planos generales y panorámicos que respiran algo de libertad en comparación con los anteriores.
Pie de foto: Planos más abiertos para las salidas de Zouina a la calle.
Para lograr su objetivo, Zouina emprende a escondidas tres salidas al exterior: tres pequeños logros.
El primer viaje, algo accidentado, le permitirá conocer a la viuda del militar, personaje que le ayudará en su búsqueda. La segunda salida nos sirve para identificar algo mejor a este personaje. A Zouina le conecta por instante con su Argelia natal, cuando suena en su cabeza una canción de su país. En ella se dice que fueron esos soldados los que destrozaron la vida de los argelinos (2). Entonces, Zouina se siente casi como una traidora y tiene la tentación de marcharse. Pero sus ganas de encontrar a sus compatriotas son demasiado grandes.
Finalmente, se encuentra con Malika Buira en la tercera escapada. Pero el éxito no es como se imaginaba Zouina. Muy al contrario, se encuentra con una mujer que lleva casi quince años sin salir de casa, que no quiere saber nada del exterior y que reproduce en sus hijas todo aquello que las oprime (“Por desgracia tuve tres hijas... Pero no me preocupo más por ella. Su padre la va a casar con un primo. Tengo mucha suerte”
dice Malika al final de la película). Se desvanece la ilusión de encontrar a una aliada con quien compartir su situación pasada y presente.
Pie de foto: El desafío a lo establecido. Zouina coge el autobús por primera vez.
Zouina golpea la mano contra el cristal de la casa de Malika, por rabia, desesperación y en búsqueda de auxilio. Sin embargo, cuando parece que ya no va a poder sobreponerse, Malika cubre su herida con el pañuelo (que se quita por primera vez en público), se recompone y decide que luchará sola. Este símbolo del corte nos da la clave final. Zouina se rehace una vez más y del mismo modo que tapa su herida, parece que sanarán las demás. Inmediatamente, se lanza a coger el autobús en un gesto de rebeldía y toma de conciencia de sus derechos. Un viaje que casi parece dar la vuelta al mundo, ese que Zouina descubre casi por primera vez. Un camino que le hace sentenciar en la escena final: “Mañana, os llevo yo al colegio”
, mientras acaricia a su hija con la mano herida. Así resalta la idea de lo que quiere para ambas: el derecho a poder elegir.
Notas a pie de página: