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Sesión posterior al visionado

a. Claves cinematográficas

01. El viaje de Bakhtay hacia la libertad

Zouina abandona su vida en Argelia de la que sólo conocemos éste instante

Pie de foto: Hana Makhmalbaf da instrucciones a las niñas de la escuela.

El planteamiento narrativo de ‘Buda explotó por vergüenza’ es sencillo: un día en la vida de una niña de seis años, empeñada en ir a la escuela y sus peripecias para conseguirlo. Aunque el guión es de Marzieh Meshkini, la cineasta confiesa que el origen de la historia es una idea poética que desde hacía tiempo le rondaba en la cabeza (1). En apariencia intrascendente, la trama adquiere un cariz menos anecdótico al situarse en Afganistán. En opinión de Lola Santos Priego (2), la trama sigue la estructura clásica del viaje y de la fábula tradicional:

  • La heroína tiene un problema y sale de casa para resolverlo: Bakhtay quiere aprender el alfabeto y poder leer historias, como su amigo Abbas. Pero ella no puede ir a la escuela como él. Bakhtay se encarga de cuidar de sus hermanos en casa (la cueva en la que viven, que más que un hogar es un refugio) y no puede ir al colegio. La niña decide que quiere aprender a leer, así que va en búsqueda de la escuela, acompañada por Abbas. Sin embargo, necesita un cuaderno y lápices. ¿Cómo conseguirlos?
  • Durante el camino tendrá que superar diferentes pruebas, en las que deberá enfrentarse con el enemigo y obtendrá la ayuda de aliados y objetos “mágicos”: la accidentada compra del cuaderno, los niños que la secuestran por llevar un pintalabios, su posterior intento de lapidación (pretenden destruirla como al Buda) y el otro grupo de niños que dispara contra ella como hicieron los norteamericanos en el laberinto de las cuevas. Bakhtay cuenta con un único aliado, su vecino Abbas, que también sufre los abusos durante su viaje. Y con la guía de un anciano que le indica por fin el camino.
  • Finalmente, vence a todos los obstáculos pero ¿consigue su objetivo?: A su llegada, Bakhtay es sistemáticamente rechazada en las diferentes escuelas e incluso por la maestra y sus nuevas compañeras de clase. Y otra vez es obligada a jugar a la guerra frente a la impasibilidad de los campesinos. “Muérete para que te dejen en paz y puedas ser libre...” Bakhtay no es una heroína que logre su objetivo. Sin embargo, su sacrificio deja una valiosísima enseñanza: la renuncia a la violencia en cualquiera de sus formas, aun a riesgo de morir para lograr su libertad.

Las imágenes de la destrucción de los budas de Bamiyán abren y cierran la película, a modo de prólogo y epílogo de este “cuento”. Bakhtay rechaza jugar a la guerra, aunque pague con su vida; al igual que los budas “explotaron de vergüenza al contemplar tanto horror” (3).

02. La metáfora como denuncia

Bakhtay es secuestrada por querer ir a la escuela y llevar un pintalabios

Pie de foto: Bakhtay es secuestrada por querer ir a la escuela y llevar un pintalabios.

El lenguaje poético-lírico de ‘Buda explotó por vergüenza’ se construye a base de estas pequeñas anécdotas de viaje que resultan verdaderas metáforas de la situación social post-talibán de Afganistán. En esta construcción alegórica destacan dos elementos simbólicos a los que se les da diferentes usos a lo largo de la trama:

  • El cuaderno: poco a poco ve reducidas sus páginas. Los niños talibanes del camino hacen con sus hojas misiles para destruir los budas. Es la razón (junto con el pintalabios) del secuestro de Bakhtay. “Las niñas no van a la escuela” le gritan. Más tarde, lo pisotean y rompen durante la persecución a los americanos. Las mismas páginas del cuaderno le sirven al anciano para indicarle el camino hacia la escuela, en forma de un barquito de papel que le guía a través del río, hacia el sol. Ya en clase, Bakhtay comparte su cuaderno con la compañera, a pesar de que ésta no la quiere a su lado. Por último, Bakhtay alza el cuaderno frente a los niños espías americanos en señal de rendición, antes de dejarse caer y morir.
  • El pintalabios: es el juego, “verse guapa” y la libertad de que los demás lo aprecien. Allí a donde va Bakhtay lo usa para poner guapas a las demás niñas y que jueguen con ella. Pero para los demás es el objeto prohibido: los niños talibanes (“eres una pecadora. El pintalabios es de mujeres paganas”), que no dudan en lapidarla por usarlo; las niñas secuestradas y hasta en la misma escuela, de la que es expulsada.
Bakhtay y Abbas, con el cuaderno ensuciado y roto

Pie de foto: Bakhtay y Abbas, con el cuaderno ensuciado y roto.

Este tono poético adquiere mayor fuerza por el contraste con la técnica cuasi naturalista, cercana al documental, en la que está plasmada la historia. El escenario de Bamiyán, retratado con austeridad, se convierte en un elemento omnipresente, en el verdadero protagonista de la película gracias a los grandes planos generales que utiliza H. Makhmalbaf para cerrar y abrir los episodios. Sin embargo, los primeros planos de Bakhtay y Abbas, muchas veces primerísimos primeros planos, son de una fuerza dramática heladora. La cámara se convierte en la compañera de la niña durante todo su viaje; la sigue (y vamos con ella) por todos los caminos y escondrijos y se apropia de la expresividad e inocencia de sus ojos.

La banda sonora, mínima, subraya delicadamente los episodios más dramáticos para dejar respirar a la narración documental. Como señala Carlos Boyero: “A la realizadora le basta con una cámara, escenarios naturales, niños que desprenden autenticidad y tener claro lo que quiere describir para lograr un documento terrible, tierno y necesario” (4).

Notas a pie de página: